Cubillo del Butrón. La segunda exploración.
Domingo,
3 de septiembre de 1989.
Salida,
a las 9,30 de la mañana. (Dato muy destacable).
Sama
y sus Montses, Pau y yo.
ITINERARIO:
* Carretera de Santander, hasta Escalada y
la antigua VENTA DE ORBANEJA.
* Nos precipitamos en el VALLE DE ZAMANZAS
por la estrecha carretera, a media ladera, de GALLEJONES.
* VILLANUEVA-RAMPALAY. (VILLANUEVA DE
RAMPALAEZ, en el Madoz). Curiosas viviendas en bloques comunitarios, con no más
de cien años de existencia, que de lejos parecen más pertenecer a un conjunto
conventual que a casas rurales. Rampalay, el núcleo de
trazado más antiguo, está algo separado, junto al río. Desde la carretera actual
se presenta la buena cara del airoso puente romano, cuyo flanco sur, salvado
por el nuevo de los parches de hormigón que le impondría el necesario uso del
tránsito, se desmorona, inmaculado de progreso y olvidado de la culta
Corporación que lo salvó en su día, quizá sólo porque se quedaban sin camino.
* QUINTANILLA COLINA es... eso, una
pequeña colina agazapada bajo una iglesia chaparra que preside a cuatro casas
cobijadas en su falda.
* Llegamos a un kilómetro de PESQUERA DE
EBRO, para coger el ramal de carretera que sube por la "M" hasta
CUBILLO DEL BUTRóN. En el camino paramos varias veces para contemplar al Padre
Ebro, encajonado en su surco de piedra, bajo la altiplanicie parameña, azul,
verde y dorada; para escrutar, allá enfrente, a un kilómetro, las grietas de la
riscada de Cubillo y tratar de descubrir entre ellas el recuerdo de la amada
Reina de las Tinieblas de mis veinte años; para ver, que el mundo de mis
Montañas jóvenes ha cambiado poco, salvo que los duros caminos blancos se han alquitranado;
que en las estrechas fajas de tierra de los altos se ven sólo los surcos del
tractor y que la mula y el pastor se han marchado. Ya no hay bullicio ni polvo
en la trilla ni en la bielda. Hoy en mis montañas hay una paz que pesa, porque
es un silencio hecho de ausencias, pequeñas.
* En CUBILLO DEL BUTRóN nos reciben dos
personajes de recuerdo, con sonrisa y boina. Sus trajes de pana raída se han
cambiado por buzos azules, pero el interior es el mismo que el de aquellos de
quienes podía esperar una mano abierta en cualquier necesidad de acampada
precaria. "-Agua no ha de faltar; como si queréis vino o cervezas. Bar no
tenemos, pero en este pueblo hay de todo."
* La CUEVA DE LOS POSTES. Una de las
mayores alegrías que me proporcionó mi loca carrera entre barro pardo y aguas
sin espejo, musiquillas metálicas de las concreciones y silencios eternos con
olor a carburo, sudor y trabajo fraternales.
Tengo ahora cuarenta y cinco años. (Ya lo
sabéis todos, ¿verdad?). He pensado muchas veces en aquella cueva que visité y
trabajé con mi amigo José Ignacio. La sala que descubrimos en su interior quedó
bautizada con el nombre del grupo de nuestra gente, de los que solamente
nosotros dos habíamos quedado para aquella expedición, meditada, hablada y
preparada durante los dos últimos trimestres del curso, como la única actividad
vital que nos podría ocupar en todo el futuro que éramos capaces de contemplar
desde el interior del colegio. En la gatera en que poco a poco nos
incrustábamos, adaptando nuestras paletillas a las exigencias cada vez más
inquietantes de la grieta por la que tratábamos de introducirnos, estábamos
animados más que mutuamente, por la presencia tumultuosa y jovial de los
compañeros ausentes que habían preparado con nosotros los detalles de la
salida. Forzamos la gatera y descubrimos un mundo. Nuestro primer mundo. Nuestro, quizá, último mundo: la SALA
GULMONT.
Ofrecimos nuestro hallazgo a quienes
pudiesen entender de nuestro gozo: La CUEVA DE CUBILLO se agregó al Catastro Espeleológico
de Burgos y un artículo apareció en KARST, la única publicación espeleológica
de por entonces en mucho tiempo.
Desde aquel momento, cada vez que he visto
la boca de alguna sima invadida progresiva y civilizadamente por los desechos
orgánicos primero, y los residuos metálicos y plásticos de la comida y
despilfarros de nuestras últimas generaciones, después, o he paseado
lamentablemente erguido bajo un techo desprovisto de las estalactitas que
antaño me habían obligado a reptar, no he podido dejar de pensar que vendí
aquel orgullo de descubridor a una gente ávida de desflorar novicias.
He recordado siempre la CUEVA DE LOS
POSTES con añoranza y miedo. En mis adentros he lamentado haber aireado mis más
mínimos descubrimientos y me he arrepentido de haber contribuido al
conocimiento comunitario, aún a través de aquellos medios que por ser de
alcance especializado y minoritario suponíamos que se encontraban fuera del
alcance de un temible tipo de gente. Quería y temía volver a ella.
Hoy, la alegría de aquel 24 de Julio de
1964, se ha repetido, como si el hecho nunca hubiese ocurrido.
La gatera que ocultaba mi mundo, se me
había olvidado. Al estrecharme de nuevo en ella he recordado un poco los
trabajos de desobstrucción a que nos sometimos. Me ha echado de golpe, encima,
una diferencia de edad y la consiguiente merma de habilidad para gatear que yo
no me había planteado antes de introducirme de nuevo en este banco de pruebas.
Y de nuevo, he sopesado sin proponérmelo la posibilidad de encontrarme dentro
con un campo yermo y arrasado. Todo ello se ha cerrado sobre mi estirado y
deformado tórax y la angustia me ha hecho retroceder. Sin embargo, tenía
conmigo a Pau. El tiene casi la edad con la que contaba yo aquel día, y la
necesidad, como yo entonces, de descubrir su propio mundo. La gatera no ha sido
obstáculo para él y ha enhebrado con facilidad la aguja con el hilo moral que
nos ha arrastrado a los demás. Ha abierto nuevamente la vía, mientras mi casco
avanzaba pegado a sus suelas, formando otra vez un equipo que sueña con
encontrar la grieta que lleva al centro de la Tierra. Es mentira que el tiempo
haya pasado. Sólo hay otra fecha en el calendario, otras apariencias entre la
gente que se empeña en hablar más alto para encontrar antes lo que nunca se ha
propuesto buscar. El Ebro sigue en su mismo cauce, majestuosamente arrastrado
por la caliza labrada, por este paisaje que es su obra. Y mi mundo sigue ahí,
esperando, como hace veinticinco años, una luz que momentáneamente le haga lucir
sus transparencias.
Muchas cuevas de Burgos están aún a salvo.
La joya está intacta.
* CORTIGUERA. Se ven sus casas desde el
balcón natural de la Cueva de los Postes. Casi camufladas entre la arboleda y
cubiertas de hiedra, muchas de ellas. Camino de acceso con voluntad. Magníficas casas de piedra, con escudos de
armas y leones de detallada perfección fechados en el siglo XVIII. Iglesia a la
que le quedan pocas misas. Un vecino de a caballo que asegura no estar sólo.
Una fuente con lavadero en un rincón del monte que debió ser centro de vida de
tres mansiones agrupadas. Tentación de espíritus eremíticos.
* PESQUERA DE EBRO. De aquí destaca Madoz
"un puente de piedra con 2 arcos, de 60 pies de long.", y que
"las yerbas medicinales se crían con abundancia, y son recogidas por los
hab. al efecto de venderlas, siendo esto uno de los motivos por los que se
descuida la agricultura."
Agregamos, nosotros, como destacable, la
capilla existente en el extremo norte del puente, fechada, lo mismo que alguna
de las casas de sillería con escudos, en el siglo XVIII, denotando que, igual
que Cortiguera, éste fue el periodo de mayor auge constructivo del valle.
* TUBILLEJA. Anochece cuando arribamos a
la taberna-mesón con ánimos de comer. La falta de pan nos libra de los
alicientes de algo semejante a una cena medieval.
* SAN FELICES DEL RUDRON. Nuestras
estiradas tripas encuentran la merecida paz de una comida a las diez de la
noche.
* Y BURGOS. Hasta la semana que viene.
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