dilluns, 24 d’abril del 2017

El Gregori i el Joaquim, a Cubía, 21.



Gregori Plana Panyart (Barcelona, 17/11/1934 – València, 30/01/2010).

Joaquim Plana Pañart  (Barcelona, 18/11/1935 – 14/07/2016).


Eran tiempos difíciles, hasta para llamar a cada persona por su nombre. Ellos tenían diez, y nueve años, respectivamente, cuando empezaron a llamarme Pere. Yo tardé cerca de un año en llamarles Gregori y Joaquim. Les seguiré llamando como aparecieron en mi vida, y cada cual podrá nombrarles como les conociera.

Nuestra espeleología no empezó en el siglo XIX, como dicen. En realidad la espeleología empieza, cuando cada uno descubre el mundo, su mundo propio; no basta con que otros se lo cuenten. Uno necesita experimentar por vez primera su presencia directa en un espacio grandioso, húmedo e impresionantemente silencioso, para saber que aquello existe. Luego, la espeleología se mantiene viva mientras en la persona hay capacidad para asombrarse de cada uno de los detalles que va ofreciéndonos la naturaleza.

Y finalmente se extingue, casi siempre con brusquedad y fuera de la edad lógica, cuando uno se casa. Por la vida se pierde la vida. (Ya lo dije en 2001, perdonad).


Gregori permaneció activo en el Grupo Edelweiss durante tres años (1952-1954). Nos metió en casa nuestro germen de las cuevas, gracias a la narración de su corta experiencia.

Joaquim empezó a hacer espeleología, bajo el agua, diez años después. Casi no había explorado, antes, ninguna cavidad a pie. Pasó del río al mar con su escafandra autónoma construida por él en el taller de la pequeña fábrica de tejidos de la que vivía. Y un buen día de 1964, nos subimos él y yo en su moto Vespa, con la escafandra en el portaequipajes y en una hora estábamos hipnotizados frente al espejo azul del Pozo de Covanera. Joli nos había indicado su existencia.

Ese día comenzó un amor entre Joaquim y el Pozo Azul. Las inmersiones se hicieron asiduas, separadas por el tiempo mínimo que imponía el proceso del rellenado de aire de las botellas, desde otra botella de mayor capacidad que nos traían periódicamente desde Valladolid. Yo hacía las funciones de un marmitón de cocina: tenerle arreglados los trastos y coordinar lo necesario para que casi todo engranase.

Los equipos materiales de que disponíamos al principio nos impedían realizar inmersiones de más de una persona. Aparte de que Joaquim recelaba de la funcionalidad de un tandem, en el que la atención mutua reducía la efectividad. Mis acompañamientos fueron, así, de corta distancia.

Avanzadas las exploraciones, quise tener yo mejor papel en la aventura, y un día le dejé una tarjeta de visita atada en la cuerda guía que él había tendido dentro del Pozo Azul, a setenta metros de la boca. Calculé mal mis habilidades pero la cosa acabó muy bien, después de un incidente que podría haberme sido fatal. Ahí acabó, sin quererlo, mi colaboración en sus exploraciones. Él llevaba la iniciativa en aquel campo sumergido y me separó de él.

Fue penetrando, inmersión tras inmersión, desde 30 metros, hasta que rozó el desarrollo de los 180, en los que estaba el récord mundial del Riuet de Garraf, en Barcelona. En 1966 rebasó los 210 metros y la Diputación le cursó un escrito, reconociendo la marca.

En mi casamiento, fui consciente de que mi actividad espeleológica se colaba en el ojo del Guareña. Después de Aurelio fui el primero y no quise, a sabiendas, invitar a nadie del Grupo, aunque algunos enterados a contraviento se hicieron presentes en la ermita de San Bernabé. Yo quería evitar contagios de mi actitud, por simpatía. Fue inútil. A partir de aquel año la gente de la Cuadrilla empezó a caer como fichas de dominó.

Durante la comida de ese día, en Medina de Pomar, tardaban en servirnos el segundo plato. A Joaquim le gustaba improvisar números de happening y Aurelio sintonizaba perfectamente cuando entreveía la ocasión de seguirle. En un arrebato de hambre, un poco exagerado, Joaquim empezó a comerse un gorro de cosaco que llevaba encasquetado Aurelio. Este, primero abrió desmesuradamente los ojos como platos, alarmado, pero viendo que el desaguisado ya no tenía vuelta atrás se sumó al dudoso festín y entre ambos hicieron el trabajo. Supongo que acabaría muy mal digerido, pero a dentelladas de un lado y del otro, el gorro desapareció. ¡Bueno era Aurelio, también!

Los dos penetraron juntos en el Pozo Azul y más tarde en el Pozo del Infierno, en Vegacervera. Formaron un buen tandem, durante tiempo.

Ojo Guareña fue el continuo escenario de Joaquim, en años. Realizó el primer forzamiento del sifón del sumidero del arroyo de Cueva de Sotoscueva y ejecutó el plan de detección de la posición de la Sima de los Huesos, mediante acústica pirotécnica. Colaboró especialmente con José Luís Uribarri, en labores fotográficas de algunos yacimientos.

También fue tirador deportivo, asociado desde muy joven al Tiro de Burgos y más tarde al de Barcelona. Lo hizo indistintamente con armas de fuego cortas y largas y llegó a participar en diversos campeonatos internacionales, siendo desde 1978 (Madrid) y 1981 (EE.UU.) campeón mundial con armas de avancarga, en las especialidades de Mariette y Cominazzo respectivamente.

Joaquim se casó justamente un año después que yo. Quiso que coincidiera la fecha. Después vino su traslado a Cataluña, que le alejó en distancia aunque no en presencia.

Y el Grupo, afortunadamente, no se resintió por los acontecimientos personales.


Pere Plana Panyart, 24/4/2017.
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